Buenos días a todos, muchas gracias por asistir,
En primer lugar, hoy quisiera decir que es para mí un honor poder estar aquí, en mi ciudad, y ante todos vosotros, como pregonero de esta IV Feria del Libro de Calatayud; y por tanto, también dar las gracias a quienes lo han hecho posible: al departamento de cultura del Ayuntamiento de Calatayud, a las librerías, asociaciones y editoriales asistentes, a nuestro bibliotecario, Manuel, y a todos los que en estos pocos meses que llevo en el mundo literario me habéis apoyado y os habéis interesado por mi trabajo. Calatayud, a lo largo de toda su Historia, siempre ha destacado como cuna de grandes figuras literarias: desde Marco Valerio Marcial, pasando por nombres como Antonio Serón, Baltasar Gracián, Juan Blas y Ubide, Joaquín Dicenta o Sixto Celorrio, más todos los que por falta de tiempo me he tenido que dejar en el tintero, y por supuesto, los excelentes autores contemporáneos de los que hoy día podemos disfrutar. Todos ellos bilbilitanos que, con su talento y su trabajo, contribuyeron a situar a esta ciudad en el mapa de la cultura, así como a hacerla ganar el sobre-nombre de “ciudad de las letras”, igual que a Zaragoza se la conoce como “ciudad de las armas”. Y de todo ello quisiera extraer hoy dos conclusiones en particular. La primera, es de responsabilidad ante la grandeza literaria heredada. Calatayud debe cuidar su patrimonio, festejarlo, y ponerlo al alcance de todos sus ciudadanos. Y para ello, pocas formas mejores se me ocurren que sacar los libros a la calle, colocar a los autores entre su gente, y hacer que ambos, por un día, hagan latir al corazón de la ciudad. Pocas formas mejores, en resumen, que esta Feria del Libro que ahora celebramos, y que ojalá podamos seguir celebrando muchos años más. A mí, personalmente, que tanto yo como autor, como mi novela, Las Sombras del Imperio, podamos participar en ella, me hace sentir muy orgulloso y muy feliz. Por otro lado, mi segunda conclusión de hoy, es de optimismo; y trasciende ya de la literatura. Es cierto que los últimos años han sido difíciles para todos los bilbilitanos, la ciudad ha sufrido, y por la calle en ocasiones se palpa cierto desánimo. Es normal y comprensible. Pero creo que nunca deberíamos olvidar que Calatayud ha sido y sigue siendo una ciudad grande, y de vecinos fuertes y determinados. Marco Valerio Marcial a duras penas sobrevivió durante largos años en Roma tras el suicidio de Séneca, su protector; Antonio Serón fue vendido como esclavo en Constantinopla, y después injustamente desterrado de su propia ciudad natal; y Joaquín Dicenta pasó buena parte de su juventud presa del alcoholismo y al borde del suicidio. Y sin embargo, hoy los recordamos a todos por su éxito, y por su grandeza. Con ilusión, y con optimismo, siempre se puede seguir adelante. Muchas gracias y ¡viva Calatayud!
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Diciembre 2022
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