«En la intimidad podía cometer los crímenes más terribles sin sentir culpa. Él no tenía moral, pero necesitaba que lo creyeran el hombre ideal. Necesitaba que todos le amaran y no podía soportar la humillación del desprecio. Ese era el único freno a su crueldad. Un demonio al que solo la mirada de los demás transformaba en ángel».
Un periodista ha sido asesinado y tres hombres, en apariencia honestos, son detenidos como sospechosos. Un escritor famoso, un novio de ensueño o un triunfador hecho a sí mismo podrían esconder la identidad de un criminal. Pero solo hay un culpable. ¿Quién oculta un secreto bajo su máscara? ¿Quién no lo hace? Esta novela breve, original y contemporánea, cuenta una historia de intriga. Pero, ante todo, trata sobre quiénes somos y quiénes son los demás en realidad. Sobre las diferencias entre lo que se muestra y lo que se tapa. Y sobre cómo todos, alguna vez, nos hemos enamorado sin saberlo de un personaje de ficción. |
«Resulta sorprendente que textos tan bien escritos todavía existan». - Manuel Martínez-Forega
NOTA DEL AUTOR Y AGRADECIMIENTOS
Cuando termino de escribir esta novela, en agosto de 2022, en un bar irlandés de Ponta Delgada, Azores, hace casi seis años desde que concluí la anterior. Durante todo este tiempo, la idea de una historia en la que alguien se enamora de un personaje de ficción me ha rondado el pensamiento. El relato ha ido tomando distintas formas en mi imaginación, desde un anciano que se prenda de una diosa mitológica en el teatro romano de Mérida hasta una actriz española, Estrella Jazz, que traspasa la barrera entre realidad y pantalla en el Hollywood dorado de los años treinta. Sin embargo, siempre ha girado alrededor del mismo concepto: la capa de fantasía de la que siempre se envuelve nuestro conocimiento de los demás, en parte a causa de las máscaras que se lucen en público y en parte por nuestra propia subjetividad. No obstante, pese a la persistencia del planteamiento, el tiempo pasaba y nunca encontraba el momento de ponerla por escrito, ni tampoco la respuesta a la siguiente pregunta: ¿merecía la pena?
En noviembre de 2020, confinado en mi apartamento a causa del covid, viví un momento triste, de gran soledad. Entonces, sentado en el sofá del salón, me desahogué escribiendo un breve texto que no pensaba que nunca nadie leyera y al que titulé Abrázame, que nunca se sabe. Unas horas después, decidí mandárselo a mi madre por Whatsapp. Ella me animó a compartirlo con más gente y entonces lo envié a la revista XLSemanal, donde fue publicado como carta de la semana. Un par de días más tarde, al entrar en mi página de Facebook, me encontré con seiscientas mil nuevas visitas. Algo extraño estaba pasando. La carta, valga la ironía, se estaba haciendo viral. Pronto me llamaron para que me entrevistara Lorenzo Silva y, poco después, de dos radios argentinas. El fenómeno aparecía en medios nacionales e internacionales y el texto era difundido en redes por periodistas e influencers. Pero, sobre todo, empecé a recibir cientos de mensajes de personas desconocidas que me decían que había encontrado las palabras justas para compartir con sus seres queridos lo que sentían en aquel momento.
Bucear entre todas las palabras de una lengua, elegir unas pocas y ponerlas juntas y en orden para dar forma a un sentimiento o a una idea con belleza. Eso era escribir. Y, sin duda, era algo que merecía la pena intentar. Entonces decidí volver a hacerlo y así llegó Máscara. Por eso he querido incluir la carta original al final de esta publicación. Y, también por eso, mi primer agradecimiento va para todos aquellos que en su día decidieron compartir el texto con sus allegados o conmigo sus emociones. Sin ellos este libro no existiría. A continuación, mi gratitud para todos los lectores piloto del primer borrador, que con sus comentarios y opiniones sinceras han contribuido a mejorar la obra: Emilia, Fernando, Irene, José María, Manuela, Marina, Martín, Miguel, Paula, Ricardo, Rocío y Sami. También para Manuel Martínez-Forega, por la impecable corrección del texto, para Óscar Sanmartín, por el cuidado diseño de la portada, y para Estudio Ibérica, por la fotografía de la solapa. Y, finalmente, para mis editores, Reyes Guillén y David Francisco, por su pasión por los libros, por dar siempre oportunidades a las nuevas voces y por su amistad.
Cuando termino de escribir esta novela, en agosto de 2022, en un bar irlandés de Ponta Delgada, Azores, hace casi seis años desde que concluí la anterior. Durante todo este tiempo, la idea de una historia en la que alguien se enamora de un personaje de ficción me ha rondado el pensamiento. El relato ha ido tomando distintas formas en mi imaginación, desde un anciano que se prenda de una diosa mitológica en el teatro romano de Mérida hasta una actriz española, Estrella Jazz, que traspasa la barrera entre realidad y pantalla en el Hollywood dorado de los años treinta. Sin embargo, siempre ha girado alrededor del mismo concepto: la capa de fantasía de la que siempre se envuelve nuestro conocimiento de los demás, en parte a causa de las máscaras que se lucen en público y en parte por nuestra propia subjetividad. No obstante, pese a la persistencia del planteamiento, el tiempo pasaba y nunca encontraba el momento de ponerla por escrito, ni tampoco la respuesta a la siguiente pregunta: ¿merecía la pena?
En noviembre de 2020, confinado en mi apartamento a causa del covid, viví un momento triste, de gran soledad. Entonces, sentado en el sofá del salón, me desahogué escribiendo un breve texto que no pensaba que nunca nadie leyera y al que titulé Abrázame, que nunca se sabe. Unas horas después, decidí mandárselo a mi madre por Whatsapp. Ella me animó a compartirlo con más gente y entonces lo envié a la revista XLSemanal, donde fue publicado como carta de la semana. Un par de días más tarde, al entrar en mi página de Facebook, me encontré con seiscientas mil nuevas visitas. Algo extraño estaba pasando. La carta, valga la ironía, se estaba haciendo viral. Pronto me llamaron para que me entrevistara Lorenzo Silva y, poco después, de dos radios argentinas. El fenómeno aparecía en medios nacionales e internacionales y el texto era difundido en redes por periodistas e influencers. Pero, sobre todo, empecé a recibir cientos de mensajes de personas desconocidas que me decían que había encontrado las palabras justas para compartir con sus seres queridos lo que sentían en aquel momento.
Bucear entre todas las palabras de una lengua, elegir unas pocas y ponerlas juntas y en orden para dar forma a un sentimiento o a una idea con belleza. Eso era escribir. Y, sin duda, era algo que merecía la pena intentar. Entonces decidí volver a hacerlo y así llegó Máscara. Por eso he querido incluir la carta original al final de esta publicación. Y, también por eso, mi primer agradecimiento va para todos aquellos que en su día decidieron compartir el texto con sus allegados o conmigo sus emociones. Sin ellos este libro no existiría. A continuación, mi gratitud para todos los lectores piloto del primer borrador, que con sus comentarios y opiniones sinceras han contribuido a mejorar la obra: Emilia, Fernando, Irene, José María, Manuela, Marina, Martín, Miguel, Paula, Ricardo, Rocío y Sami. También para Manuel Martínez-Forega, por la impecable corrección del texto, para Óscar Sanmartín, por el cuidado diseño de la portada, y para Estudio Ibérica, por la fotografía de la solapa. Y, finalmente, para mis editores, Reyes Guillén y David Francisco, por su pasión por los libros, por dar siempre oportunidades a las nuevas voces y por su amistad.